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Paul Lutus, el mendigo que trabajó para la Nasa, Apple y sigue programando

Lutus

Desde los 12 años, sabía que no iba a ser el tipo de persona que hace las mismas cosas cada día. Fue en ese tiempo cuando dejé de prestar atención a lo que me estaban enseñando en las clases. Me llevaba mis propios libros al colegio, los libros que yo quería leer”. Seguir un camino diferente hizo que ni su propia familia confiara en Paul Lutus, según él mismo cuenta. Creían que sería un fracasado, así que sus padres acabaron echándole de casa tras abandonar sus estudios cuando estaba en el instituto.

Sin recursos ni techo, el joven Lutus fue un mendigo callejero, un cantante de folk e incluso un autoestopista en los 60. Eso sí, satisfacer su curiosidad intelectual alejado de la educación formal y ‘cacharrear’ con todo tipo de aparatos (construyó su primer transmisor de radio con un viejo televisor cuando era adolescente) siempre se le dio bien.

Gracias a ello, este septuagenario consiguió en pocos años cambiar el rumbo de su carrera e incluso llamar la atención de otros dos jóvenes ‘hippies’ llamados Steve cuando comenzaban a crear un imperio de la informática con una manzana mordida por logo. No fue la única gesta singular en la apasionante vida de este inventor autodidacta.

Arreglar televisores había sido uno de los primeros empleos de Paul Lutus. Sin embargo, consiguió llegar mucho más alto por méritos propios. Una empresa que trabajaba para la NASA buscaba a alguien que diseñara fuentes de alimentación de alta eficiencia. Lutus presentó un diseño y consiguió conquistarlos pese a no tener estudios.

“Sabía que podía diseñar electrónica fiable. Había estado ensamblando equipos desde hacía años y sabía que habían hecho la elección correcta. Muy pronto ellos lo supieron también”, rememora Lutus con orgullo. A lo largo de los años 70, desarrolló algunos dispositivos electrónicos para la NASA, entre ellos una placa electrónica que alimentaba las lámparas de haluro metálico del transbordador espacial de la agencia estadounidense.
También desarrolló un programa para una calculadora HP de la época que determinaba la posición del Sol respecto a diferentes puntos. El invento interesó incluso a uno de los técnicos del Jet Propulsion Laboratory (JPL), que quería reescribirlo en el lenguaje de programación FORTRAN para utilizarlo en una simulación.

Lutus decidió en aquella época llevar una vida diferente alejado de todo. Construyó una pequeña casa de madera en la cima de una montaña de Oregón, plantó un huerto y se dedicó a escribir poesía y juegos matemáticos en sus cuadernos. Se encontraba leyendo la revista ‘Scientific American’ cuando descubrió un anuncio del Apple II, el primer ordenador de producción masiva de la compañía fundada por Steve Jobs y Steve Wozniak. Inmediatamente, deseó tener uno.

“Mi razón para comprar ese ordenador era normal para mí: iba a ser una forma de aprender nuevas cosas, emprender nuevas aventuras intelectuales y explorar las matemáticas”, asegura Lutus. Por entonces, ni siquiera preveía que el aparato que compró como un juguete llegaría ser un éxito comercial y que su bolsillo acabaría beneficiándose de ello.

Paul Lutus empezó a escribir programas por diversión que dibujaban imágenes en la pantalla o realizaban acciones “elegantes y matemáticas” con su Apple II. Envió algunos a la compañía, que decidió comprárselos, así que en poco tiempo había recuperado el coste de aquel novedoso ordenador lanzado en 1977.

Se marcó entonces su siguiente objetivo: desarrollar un procesador de textos que dejara obsoleta su vieja máquina de escribir. Con él podría escribir más cómodamente un artículo sobre la teoría de la relatividad que le había encargado una revista. A Apple también le interesó y le pagó 7.500 dólares  por ese ‘software’.

Poco después lanzaron la primera versión del Apple Writer. Fue todo un éxito. En menos de año y medio, la compañía había ingresado 1,5 millones de dólares (equivalentes a unos 41 millones de euros actuales) gracias al editor que Lutus había desarrollado. Aunque Paul había vendido el Apple Writer a la compañía, el éxito de la primera edición y el hecho de que nadie supiera cómo mejorarlo le ayudó a conseguir un acuerdo más beneficioso para desarrollar las siguientes versiones.

“Los ordenadores son aburridos, es la gente la que los hace interesantes”, apuntaba Lutus por aquel entonces. Finalmente, el Apple Writer se convirtió en uno de los programas más vendidos de la compañía a principios de los 80. El exvagabundo se embolsó el dinero suficiente para vivir el resto de su existencia.

Sin haber pisado una universidad, la Academia de la Ciencia de Oregón reconoció la labor de Lutus al nombrarle “el científico destacado de Oregón” en 1986. Ahora bien, él rechazó continuar su carrera como desarrollador de software tras el éxito del Apple Writer. “No quería competir con el tipo de gente que luchaba por estar en lo más alto en un ambiente empresarial muy competitivo, un lugar ocupado por gente como Steve Jobs, al que todo el mundo consideraba una persona muy antipática”.

En lugar de hacerse un hueco en el mundo de la informática, se le ocurrió un plan para “utilizar su tiempo mejor”: comprarse un barco de vela y recorrer los océanos en solitario. Al principio, su plan era viajar hasta el archipiélago de Hawái, aunque después fantaseó con la idea de navegar lejos de todo.

Con determinación, se compró un barco al que llamó Selene, la antigua diosa griega que personificaba a la Luna, y compró un radar, radiotransmisores y un receptor de navegación por satélite. Durante más de tres años, recorrió el mundo con su barco, de Hawái a las Islas Marquesas en la Polinesia francesa, de Sri Lanka a Tel Aviv. Tras regresar escribió un libro, ‘Confesiones de un marinero de larga distancia’, detallando todas las anécdotas de su apasionante travesía. A su vuelta, también pasó algún tiempo fotografiando osos pardos en Alaska.

Pese a su edad, aún sigue siendo un apasionado de las aventuras. Está convencido de que “la vida requiere cierta cantidad de riesgo, y el mayor riesgo de todos es no tener aventuras y simplemente esperar a morir”. Por eso, cada año se carga una mochila a la espalda y recorre el californiano Valle de la Muerte. Cuando no pueda continuar dándose esas caminatas, está convencido de que sabrá que es oficialmente viejo.

A veces los paseos más duros que da son intelectuales. Le sigue encantando programar y no ha abandonado esa pasión. Incluso se ha atrevido a desarrollar algunas aplicaciones que podemos encontrar en Google Play, como una herramienta para los amantes de la navegación. También nos cuenta que acaba de terminar un artículo de introducción al cálculo que “espera que los estudiantes lean” para aficionarse al fascinante campo de las matemáticas.

Él mismo ha encontrado consuelo en ellas tras observar cómo la gente discrepa en todo tipo de opiniones. “A medida que maduro, me he dado cuenta de que, aparte de describir la naturaleza de forma precisa y económica, las matemáticas significan lo mismo para todo el mundo”, explica Lutus. “Una ecuación que describe el recorrido de una nave espacial a través del espacio es exactamente igual para todo el mundo, independientemente de sus creencias personales y prejuicios”.

 

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