200 años - La Argentina somos nosotros
“Habiendo considerado y revuelto muchas veces en mi memoria el gran gusto que recibe el humano entendimiento con la lectura de los varios y diversos acaecimientos de cosas, que aun por su variedad es la naturaleza bella, y que aquellas amplísimas provincias del Río de la Plata estaban casi puestas en olvido, y su memoria sin razón obscurecida, procuré poner en escrito algo de lo que supe, entendí y vi en ellas, en veinticuatro años que en aquel nuevo orbe peregriné: lo primero, por no parecer al malo e inútil siervo que el talento recibido de su señor; lo segundo, porque el mundo tenga entera noticia y verdadera relación del Río de la Plata, cuyas provincias son tan grandes, con gentes tan belicosas, animales y fieras tan bravas, aves tan diferentes, víboras y serpientes que han tenido con hombres conflicto y pelea, peces de humana forma, y cosas tan exquisitas que dejan en éxtasis a los ánimos de los que con alguna atención las consideran.”
Estos primeros dos siglos de vida como nación necesitaron de varias decenas de miles de años de gestación. A partir del paleolítico, pueblos indígenas diseminados desde la Patagonia hasta el Chaco conformaron el embrión que creció, maduró y estalló en los hechos que se sucedieron aquél 25 de Mayo de 1810.
Argentina. Del latín, argentum. La llamaron así en la época de la conquista, por una leyenda: la “Sierra de la Plata”. Se creía en la existencia de una montaña llena de ese metal. El embrión de la Argentina fue eso: una rica mezcla de culturas milenarias, leyendas, ambiciones y actos heroicos.
Nuestra nación –nosotros como nación– cumple sus primeros 200 años de vida. Si lo comparamos con otras naciones del mundo, sobre todo de Europa y Asia, recién está intentando dar los primeros pasos. Pero tener hermanos mayores tiene sus ventajas. Se aprende más rápido.
Mientras en los caminos comenzaban a aparecer unos carruajes traídos del extremo norte de América, España influenciaba con su estilo no solo a las damas de la época, sino también a la arquitectura urbana. Esto fue solo el comienzo de una adopción generalizada de estilos y tendencias provenientes luego del resto de Europa. Francia e Italia sumaron su aporte cultural en la formación de una nación que, extremadamente joven, comienza a ocupar un lugar de privilegio en el mundo.
El primer censo de población se realiza en 1869, durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, revelando que la Argentina ya cuenta con 1.877.490 ciudadanos.
La nación crece sana y fuerte, y para 1910 festeja su primer siglo de vida mostrándose al mundo con todo su esplendor. La Argentina se convierte en un polo de atracción para los pueblos del mundo, y comienza una corriente inmigratoria que marcará a nuestro país para siempre.
Para los primeros años del Siglo XX se vislumbra un crecimiento económico sostenido, y el desarrollo como país parece inevitable. Sin embargo, esta nueva relación con el mundo introduce también ciertas prácticas deleznables. Rosario desarrolla un submundo signado por la marginalidad que le hace ganar el mote de “la Chicago argentina”.
Los años de la posguerra –las guerras mundiales, a su manera, también forjaron nuestra patria– aumentaron el rol protagónico de la Argentina, que con su capacidad productiva se constituyó en el “granero del mundo”. Por su parte, la comunidad alemana nace y se arraiga a partir del hundimiento del acorazado Graf Spee en aguas del Río de la Plata.
La llegada de la tecnología, desde la década del 50, no ha hecho más que impulsar el desarrollo de la Argentina a la par de los avances que el mundo moderno impone.
Hoy, a 200 años de su nacimiento, la República Argentina continúa transitando un camino de crecimiento y aprendizaje, no exenta de los errores propios de su juventud, pero con la fortaleza que esa misma juventud le brinda. Tiene buenos genes. Porque la Argentina somos nosotros.