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La revancha de lo Analógico

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A mediados de 2014, el escritor y periodista canadiense David Sax asistió al Demo Day de Toronto, uno de esos megaeventos tecnológicos donde los creadores de startups se suben a un escenario para presentar uno tras otro sus últimos inventos. Sax escuchaba con atención las charlas cuando, de pronto, miró a la audiencia y se dio cuenta de algo curioso: los inversionistas y los representantes de gigantes como Google y Microsoft no estaban tomando notas en sus iPhone o laptops, sino que escribían en simples libretas Moleskine.

Muchos esos emisarios provenían de Silicon Valley, la meca estadounidense de la tecnología y donde también funcionan empresas como Apple, Facebook y Netflix. Por eso era extraño y sorprendente que usaran lápiz y papel para guardar sus ideas. Intrigado por este fenómeno, Sax se lanzó a interrogar a cuanto ingeniero y programador se le cruzó y descubrió que casi todos poseían algún desgastado bloc de apuntes. “¡Esta es mi compañía!”, le llegó a decir un emprendedor mientras abrazaba firmemente un cuaderno.

Sax, quien escribe para medios como Vanity Fair, New Yorker y Bloomberg, investigó más a fondo y se dio cuenta de que el fervoroso uso de blocs y libretas era un síntoma de un cambio más profundo. Esa transformación es la que describe en su nuevo libro La venganza de lo análogo (Revenge of Analog), publicado esta semana y que detalla cómo procesos, métodos y productos no computarizados que, supuestamente iban a quedar obsoletos ante el avance tecnológico, están resurgiendo con fuerza en la misma industria que parecía haberlos aniquilado y también en áreas más cotidianas como la música y los juegos.

Es lo que ocurre, por ejemplo, en empresas como Twitter, Dropbox y Pinterest, cuyos técnicos prefieren los Post-It y los tradicionales pizarrones para plasmar sus ideas. “No están reemplazando sus software de diseño con papel. Una vez que el boceto avanza a una fase más concreta, el proceso pasa a un computador donde la idea se refina y se pone a prueba. Pero se dieron cuenta, que un concepto siempre terminaba teniendo un mejor desarrollo cuando su diseño no partía en una pantalla”, escribe Sax en su libro. Otro caso de estudio es el de Google, que en 2009 creó un curso liderado por su diseñador John Skidgel y que hoy se imparte a todos quienes elaboran sus productos. En esas clases les enseñan a delinear ideas usando sólo papel y lápiz, bocetos que hoy se han convertido en el primer paso para la creación de cualquier nueva aplicación de la empresa.

Desde Canadá, Sax explica que el renacimiento de las herramientas análogas no se produjo porque la tecnología sea dañina. “Lo que sí ocurrió es que se asumió que una vez que lo digital lograra hacer las cosas de forma más rápida, barata y fácil lo análogo simplemente desaparecería. Pero después de un tiempo, la gente empezó a ver los beneficios de lo análogo bajo otra luz. El mercado está respondiendo a este fenómeno con bienes y servicios, como nuevas tiendas de discos”, señala.

El mismo autor recalca que este fenómeno no es pura nostalgia. “De hecho, muchos de sus fans son millennials que se ven atraídos por una utilidad primigenia. Optar por una tecnología menos moderna puede parecer como algo sin sentido, pero los humanos no son máquinas a las que siempre se les pide encontrar la solución más lógica. En lo esencial la experiencia humana sigue siendo profundamente análoga, sin importar cuántas plataformas virtuales adoptemos”, dice.

Scott Unterberg está a cargo de la división Creative Cloud de Adobe y maneja el desarrollo de programas tan conocidos como Photoshop. Pero también es el gestor de Project Breathe (Proyecto Respiración), una iniciativa que nació en 2008 en la sede de San Francisco. Se trata de sesiones de 15 minutos a la semana en las que los trabajadores meditan bajo la supervisión del propio Unterberg, quien aprendió este método en el Tíbet y la India. El éxito fue tal que hoy el proyecto se aplica en todas las oficinas de Adobe en el mundo e, incluso, Google, Facebook y Twitter han replicado la experiencia.

Adobe complementó estas sesiones con la entrega de una caja de cartón llamada “Kit para construir ideas”: en su interior hay objetos como Post-It, sobres de café, chocolates, lápices, una libreta, láminas que describen cómo concretar un concepto y una tarjeta de crédito con mil dólares de cupo. “El objetivo es que las personas se enfoquen en las ideas y no se sientan presionadas por detalles tecnológicos que los distraen”, explica en el libro Kush Amerasinghe, un científico computacional que ayudó a crear el set. No es tan descabellado si se considera un estudio publicado por las universidades de Princeton y California en 2014 y que muestra que tomar notas en papel es más eficiente que hacerlo en un computador en términos de comprensión y memorización.

Facebook también se dio cuenta del potencial de estos recursos. En 2010, dos diseñadores de su equipo de marketing crearon el Laboratorio de Investigación Análoga, una iniciativa personal donde básicamente imprimían carteles con lemas como “Muévanse rápido y rompan cosas”. Everett Katigbak, actual manager de diseño en Pinterest y gestor del laboratorio, explica en el libro de Sax que todo partió como un intento de incentivar a sus colegas de una forma más humana y no tan centrada en métricas y datos. La iniciativa llegó a oídos de Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, y hoy tiene su propio presupuesto y personal de tiempo completo. “La misión es provocar y promover la creatividad en la gente”, explica Tim Belonax, actual diseñador del proyecto.

Quizás uno de los ejemplos más extremos de la rebelión análoga es el de Toyota. En 2014 esta fábrica automotriz empezó a retirar varios de los robots que usa en Japón y los reemplazó con operarios de carne y hueso. Sus objetivos eran dos: asegurarse de que los empleados realmente entendieran el trabajo que hacían y pudieran reaccionar cuando una máquina se estropeara. Lo segundo era lograr que los procesos fueran de mayor calidad y más eficientes, porque la automatización estaba creando sólo técnicos promedio y carentes de la experticia necesaria.

“No podemos depender simplemente de máquinas que repiten la misma tarea una y otra vez. Para ser el amo de la máquina, primero tienes que tener conocimientos y habilidades que enseñarles a esa máquina”, dijo en su momento Mitsuru Kawai, líder del proyecto de Toyota, a la cadena Bloomberg. Para Sax, definir cómo seguirá evolucionando este fenómeno es difícil porque en cierta medida dependerá de cada individuo: “Amo los vinilos, pero los juegos de mesa no son mi pasión. Escribo mis libros y artículos en un laptop y no en una máquina de escribir, pero siempre uso libretas para mis entrevistas. Lo que buscamos es la mezcla correcta de herramientas para experimentar e interactuar con el mundo”. A la larga, concluye, mientras haya “gente real en este mundo real lo análogo no se irá a ninguna parte”.

Vía: La Terecera

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