La cultura como factor de desarrollo tecnológico
Se puede explicar en parte cómo avanza el desarrollo tecnológico en un país u otro, más allá de las diferencias en su PIB o su renta per cápita: las sociedades recurren a la innovación para solucionar problemas. Y nadie mejor que un conciudadano para entender los problemas de un país, de una región, y buscar soluciones. Por ejemplo: ¿alguien hubiese acertado a pensar hace diez años que Kenia iba a convertirse en uno de los líderes mundiales en pagos móviles? El Banco Mundial explica y contextualiza este fenómeno: en un país con escaso acceso a las tarjetas de débito e incluso a las cuentas bancarias, los pagos a través de SMS para facturas, transacciones entre particulares, etc., han tenido un protagonismo especial. En Nigeria ha ocurrido algo similar.
Lejos de Kenia y Nigeria, numerosas multinacionales han ido proponiendo sus modelos en torno a los pagos móviles, con excelentes resultados en muchas situaciones, como arroja el informe de Bruce Rogers para Forbes, pero en ningún caso logrando una aceptación global ni nacional tan eficaz como en el caso de Kenia.
Seguimos con África: la agricultura en Ghana se está revolucionando gracias al móvil. El desarrollo lo forman la operadora local Esoko, en colaboración con la entidad IFPRI y como parte del programa Food Africa. Los agricultores ghaneses reciben dos veces por semana un mensaje de texto con el precio de mercado de sus cultivos, semillas, fertilizantes, etc.; así como las variaciones regionales dentro del país. El resultado: un mercado más competitivo, y prevención ante posibles engaños relacionados con los precios dada la escasa información. Mientras en cada vez más países del mundo el SMS está condenado al olvido, en otros suponen una
excelente oportunidad.
Otro ejemplo: ¿por qué cada vez nacen más start-ups en Silicon Valley orientadas a “reemplazar a las madres”? Este último término, que podrá ser más o menos acertado, nació en un artículo de Business Insider de mayo de 2015 en el que Biz Caron reflexionaba sobre las crecientes start-ups enfocadas en realizar tareas domésticas solicitándolas desde una app. La causa podría resumirse en que Silicon Valley está cada vez más poblada por personas que comparten perfil: jóvenes, poco acostumbrados a lavar la ropa, plancharla, hacerse la comida o limpiar la casa, con poco tiempo para ello, mucho dinero para pagar a otra persona para que lo haga en su lugar, y una tendencia perenne a buscar una solución desde su teléfono móvil. Un ejemplo de manual de tecnología desarrollada respondiendo a necesidades locales.
Uber, paradigma de ese Silicon Valley donde todo se hace desde el smartphone (pedir un coche, pagarlo, incluso poner la música que sonará por los altavoces del vehículo durante el trayecto) tuvo que adaptarse cuando llegó a India: por primera vez, comenzó a aceptar dinero en efectivo. ¿Qué alternativa le quedaba en un país en el que ni las tarjetas de débito son habituales ni las cuentas bancarias son tan necesarias como en otros lugares?
En Israel se ha creado un ecosistema de start-ups que muchas otras naciones, a priori mejor posicionadas para la creación de una malla de empresas innovadoras capaces de internacionalizarse, no han podido replicar. Una de las claves es que no se encuentran clones de otras start-ups de renombre. Mientras que en otros países conviven las versiones locales o regionales de Airbnb, Uber, Foursquare u otras empresas emergentes de relumbrón, en Israel se
apuesta por la originalidad.
El paradigma de la tecnología al servicio de la cultura lo encontramos en esos ecosistemas de start-ups, originados por toda una nueva era de necesidades creadas / Imagen: dominio público (www.splitshire.com)
Y volviendo al tema que nos ocupa, ¿qué ha hecho tan especial a Israel en este sentido? Su ubicación geopolítica le da ventaja: justo en el centro entre el desarrollo y los servicios de países europeos, la industrialización y el nivel tecnológico de países orientales como Japón, Corea del Sur o Taiwán, y economías emergentes superpobladas como India y China. Una vez más, el contexto.
Todo esto lo resume bien un estudio sobre cultura y tecnología publicado por Andrew O. Urevbu, profesor del departamento de psicología de la educación y análisis de planes de estudio en la Universidad de Benin (Nigeria), que recoge la web de la UNESCO: “¿Cuál es entonces la relación entre la cultura y la tecnología? La cultura de una sociedad determina la índole (la forma y el contenido) del desarrollo tecnológico y la evolución de la cultura tecnológica. De ahí que la tecnología sea una empresa cultural que existe en distintos grados en todas las sociedades”. Más adelante se refiere a la tecnología como “la aplicación sistemática de varias ramas del saber a problemas prácticos, los cuales varían de una región a otra, a causa del clima o de la geografía, o bien de otros factores que rigen el entorno en el que se vive”.
Vía: BBVA Open Mind