Mitos -muy ciertos- de cómo se trabaja en Facebook, Google y Twitter
Son las empresas más prestigiosas del mundo en lo que a clima laboral se refiere. El sueño de muchos es trabajar en una de esas oficinas en las que hay billares, enormes y verdes campus para pasear e incluso salas para dormir la siesta. Son las grandes tecnológicas, y a lo largo de los años, sus empleados han protagonizado un buen puñado de anécdotas y han alimentado todo tipo de leyendas urbanas.
Es lo que sucede en los dominios de Google. Tal y como exlica el desarrollador Francesc Campoy, “la leyenda cuenta que los nuevos empleados de Google (llamados 'nooglers') al poco de trabajar en la empresa ganan 15 libras (casi 7 kg)”. Esta suerte de tradición o, mejor dicho, de maldición, tiene nombre propio: Noogler15 y, según Campoy, se debe al fácil acceso a una espectacular variedad de comida gratuita que los empleados tienen en Mountain View.
Este barcelonés lleva más de cuatro años trabajando en la sede de la compañía y cuenta que Google pone a disposición de los empleados todo tipo de alimentos sanos, acceso a gimnasios gratuitos, cursos de cocina e incluso 'conscious lunchs' (“comidas conscientes”, traducido al castellano) en las que la tecnología está prohibida para poder disfrutar de la comida y su cantidad. A pesar de todo ello, “es difícil decir que no a las máquinas de yogur helado”.
De hecho, los novatos de Mountain View no son los únicos que tienen que enfrentarse a la báscula por culpa de la tecnológica que (muy literalmente) les da de comer: Twitter20 es la leyenda que sufren en la red social de los 140 caracteres. Según Mónica Quiroz, empleada de Twitter desde hace cinco años, se ganan “20 libras [más de 9 kilos] en el primer año”.
Precisamente los empleados de la red social del pájaro azul guardan pocos secretos sobre el día a día de su empresa. Irremediablemente, cuentan todo lo que pueden en 140 caracteres. En su cuartel general de San Francisco, hasta los ascensores han protagonizado una cuenta de Twitter.
El abanico de posibilidades para conocer los entresijos de la firma es inmenso. Los más interesados pueden consultar desde la cuenta oficial de la sede de la compañía hasta Surprise Snacks, en la que alguien va contándole al mundo todos los aperitivos que se pueden encontrar por los pasillos de sus oficinas. Incluso uno de los guardias de seguridad de la compañía informa tuit a tuit del estado meteorológico que se vive a las puertas del 1355 de Market Street.
Probablemente, este buen ambiente que se respira en la sede de Twitter (al menos, a través de la propia red social) se deba a los mismísimos orígenes de la compañía. No en vano, el pájaro azul nació en una 'hackathon' de un fin de semana, tal y como cuenta uno de sus fundadores, Biz Stone. Desde luego, aquellos eran otros tiempos. De hecho, si ahora la comida abunda de forma gratuita, los empleados de la compañía en 2007 tenían que beber agua del grifo: los padres de Twitter decidieron no comprar agua embotellada. Eso sí, para los invitados había Ethos Water, el agua de Starbucks.
¿El paraíso de Facebook?
A Facebook, por su parte, parece que le están saliendo grietas. Irónicamente, algunos trabajadores de la compañía se han quejado ya por la falta de privacidad que existe en sus oficinas. Además, hace tan solo un par de meses se ha producido un conflicto a cuenta de unas pintadas racistas en los muros del pacífico campus que la compañía tiene en Menlo Park.
Estos hechos chocan con el buen rollo que tienen los primeros empleados de la red social. En concreto, ese privilegiado grupo de 250 trabajadores que se quedaron con la mayor parte del pastel accionarial cuando Facebook salió a bolsa en 2012. Juntos, crearon un grupo en la propia red social, el llamado TNR 250 (la abreviatura de The Nouveau Riche 250, “los 250 nuevos ricos” traducido al castellano).
En este selecto (y secreto) rincón de Facebook los afortunados propietarios de acciones de la red social debatían sobre los yates, obras de arte e incluso islas tropicales que se comprarían cuando fueran asquerosamente ricos. Más allá de la ostentación (privada, eso sí) de su futura y casi asegurada riqueza, los empleados también comentaban a qué causas filantrópicas destinarían parte de su dinero.
Con montones de billetes o sin ellos y con algún roce laboral, lo cierto es que, a día de hoy, los empleados de Facebook son los más satisfechos del sector tecnológico y los que aseguran llevar una menor carga de estrés en el desempeño de su trabajo, tal y como se desvela en una reciente encuesta.
Para tradiciones curiosas las que se viven en el seno de Google. Una de las más sorprendentes es la que permite a los trabajadores de Mountain View donar sus vacaciones a otros compañeros. Todo empezó cuando uno de ellos tuvo que gastar las suyas para dedicarse a cuidar a su padre. Una vez sin días de vacaciones disponibles, el empleado tenía que decidir si dejar de asistir a su pariente o renunciar a su sueldo en Google.
Por suerte, uno de sus compañeros de equipo hizo la propuesta perfecta: quería renunciar a algunos de sus días de vacaciones para donárselos. De ese caso particular, el sistema dio el salto a toda la compañía para convertirse en una de las posibilidades que tienen los empleados de Google.
A pesar de ello, en la gran G también se quejan de vez en cuando. Por ejemplo, algunos dicen que el espacio para trabajar es pequeño, que la compañía solo se preocupa por las mejoras medibles y que hay un gran problema con la calidad de los empleados: al contratar a lo mejor de lo mejor, algunos trabajadores muy cualificados terminan dedicándose a tareas menores como cambiar el color de un botón o moderar el contenido de YouTube.
Pero hay un aspecto curioso que destaca por encima de todos. Como si de un colegio se tratase, el campus de Mountain View celebra cada año una fecha festiva a la par que emotiva: el día de llevar a los padres al trabajo, para recibir en la sede de Google a los progenitores de los empleados. Todo comenzó en las oficinas de la compañía en India y, desde 2012, se celebra cada mes de septiembre en Silicon Valley.
En la edición del pasado año se vivió una situación lacrimógena como pocas. La protagonizó Kristen Gil, hoy vicepresidenta de operaciones de negocio y estrategia de la compañía. Gil contó en el auditorio en el que se reunían los googlers y sus padres su historia más personal. Sucedió cuando coincidieron dos hechos realmente importantes en su vida: su padre estaba realmente enfermo y Eric Schmidt, CEO de la compañía en aquel momento, la llamó para notificarle que la propondría para esa vicepresidencia.
La situación pasó a ser curiosa cuando el mismísimo Schmidt le pidió que le pasara el teléfono a su padre. Durante veinte minutos, el directivo de Google estuvo explicándole al padre de Gil lo valiosa que era su hija para la empresa. Tres semanas después de aquella feliz llamada, el hombre falleció, aunque, eso sí, llevándose consigo el orgullo por su hija. “Eric convirtió una situación muy difícil en un momento muy feliz”, recordaba Gil el pasado mes de septiembre.