Litio argentino: qué es y cómo se extrae el combustible del futuro
En un lugar remoto de la Puna jujeña, un mar turquesa caribeño emerge ante nuestros ojos, al divisar unos piletones de agua salada de casi 500 hectáreas en los cuales se atreven a reposar pelícanos, en medio de una gran cuenca blanca entre montañas.
Se trata del Salar de Olaroz, que se encuentra a unas cuatro horas en camioneta de la capital jujeña, luego de recorrer unos 350 kilómetros.
Resulta muy probable que el insumo más vital de este teléfono celular, la batería, haya dado la vuelta al mundo para ubicarse ahora donde comenzó todo, el lugar donde se extrajo la materia prima, el litio, un mineral con capacidades únicas para almacenar energía que está en la mira de la industria automotriz para la futura producción de autos eléctricos. Según estimaciones, nuestro país podría abastecer de litio a 10 millones de baterías para autos por año.
En la Argentina, el litio se extrae a través de la evaporación de la salmuera presente en los salares. Se trata de una técnica más económica que la extracción del mineral de roca, que por otro lado goza de ventajas medioambientales, y del que nuestro país puede sacar provecho debido a la presencia de salares en la Puna de Jujuy, Salta y Catamarca.
Esta zona, en conjunto con el norte chileno y el sur de Bolivia, conforma lo que se denomina el triángulo del litio, donde las grandes multinacionales que extraen este mineral pusieron el ojo: primero en Chile y, más recientemente, en la Argentina.
En el Salar de Olaroz opera desde fines del 2015 Sales de Jujuy, la empresa formada por tres socios estratégicos: Orocobre, la reconocida extractora australiana de litio; la automotriz japonesa Toyota; y Jemse (Jujuy Energía y Minería Sociedad del Estado), la estatal jujeña.
Esta unión de empresas busca maximizar las posibilidades económicas del emprendimiento proyectado para los próximos 40 años: la primera aporta el know how para extraer el litio en los salares jujeños; la segunda, advirtiendo del potencial uso del mineral en la industria automotriz -y gran conocedora de la demanda de Asia, donde se fabrican el grueso de los celulares y las tabletas-, se orienta a la colocación de la materia prima en el mercado; y, la tercera busca ser parte de un negocio relativamente nuevo y estratégico de la provincia, con amplio potencial de crecimiento, a la vez que intenta garantizarse la oferta necesaria para cuando, en un futuro, se completen los proyectos en danza de producción de baterías en Jujuy.
Lo explica Gabriel Márquez, el coordinador del Ministerio de Infraestructura de Jujuy. Sales de Jujuy es el proyecto más grande y más reciente de fabricación de litio que tiene la Argentina, con una producción anual de unas 17.000 toneladas.
Hay otros dos en funcionamiento: uno más antiguo en el Salar del Hombre Muerto (Catamarca), y otro a pequeña escala aún, en el Salar del Rincón de Salta, que en conjunto brindan toda la producción de la materia prima (alrededor de 40.000 toneladas) que es exportada en un 100%, explica la investigadora del Conicet y doctora en Química Victoria Flexer.
Flexer, repatriada desde Europa y desde hace un año al frente de la inminente puesta en funcionamiento de un Centro de Investigaciones del Litio en la localidad jujeña de Palpalá, agrega que del lado argentino del mencionado triángulo hay una decena de proyectos de nuevos emprendimientos de extracción de litio.
El proceso de fabricación de litio comienza en uno de los 17 pozos estratégicamente ubicados en el salar, que tienen una profundidad de hasta 200 metros.
Bombas especiales extraen la salmuera, que luego es transportada a través de caños de 16 pulgadas (salmueroductos), cuya extensión más larga es de 16 kilómetros. Al cabo del recorrido, la salmuera es colocada en grandes piletones.
A partir de allí, durante alrededor de un año, el proceso va desde la extracción del mineral de la salmuera hasta que se convierte en producto terminado, bajo la forma sólida de sales. Entonces se apila en bolsas para ser despachado para la exportación, explica el superintendente de Producción de Sales de Jujuy, Carlos Zapata, quien hizo un alto en su trabajo para oficiar de guía en la planta.
La salmuera va pasando por 17 piletas, en la medida que aumenta la concentración de litio y el agua se va evaporando, a cielo abierto, bajo las condiciones medioambientales únicas que ofrece la puna jujeña -clima desértico de mucho sol y viento en el día, y poquísimas lluvias- que favorecen la evaporación del agua, y por lo tanto permiten extraer el mineral a costos competitivos.
La primera pileta adquiere un color verdoso oscuro, ya que se trata de agua bien salada, que además tiene magnesio, "un mineral que compite con el litio". Por eso debe ser apartado, explica Zapata.
Luego, la salmuera es transportada hacia una segunda pileta, la planta de cal, donde se le inyecta cal al agua para generar un proceso químico que permite quitarle el magnesio al agua. De esta forma, el agua ya sin magnesio deriva en un color turquesa caribeño digno de las playas de Cancún, y ya está lista para evaporarse e ir pasando a través de 15 piletas más, hasta dejar en la superficie sólo el concentrado de litio al cabo del año.
Una vez finalizado el proceso de producción en las piletas, el litio es procesado en planta y secado, hasta que se obtiene el carbonato de litio, que a los ojos comunes pasa por una simple sal.
Esa sal es colocada en grandes bolsones que soportan hasta una tonelada de peso, y se apilan para luego ser enviadas sobre todo a Asia, pero también a Estados Unidos, a través de camiones que llevan la carga al más cercano puerto de Antofagasta, en Chile, o al más lejano de Buenos Aires.
La planta cuenta con unos 200 trabajadores, en su mayoría oriundos de la Puna jujeña, y se completa con otras 100 personas entre contratistas y camioneros.
Sales de Jujuy tiene un convenio con la Universidad Nacional de Jujuy, de la que la doctora Flexer también es docente, para capacitar a los operarios en conocimientos de química, física y otras materias y especialidades relacionadas con la actividad. La capacitación puede durar hasta cinco años, según explicaron, lo que se convierte prácticamente en una carrera universitaria obligada para quienes trabajan allí.
Por último, José Luis Zacur, doctor en ingeniería de la Universidad Nacional de Jujuy, que tiene a su cargo el proyecto de investigación sobre litio en esa entidad académica, aclara que no es tan lineal que el litio sea el "combustible del futuro".
El litio "almacena energía ya generada, pero no es el combustible porque no genera la energía" en las tecnologías actuales -señala- donde es utilizado como insumo de batería.
El experto concedió que en los desarrollos de la tecnología de fusión nuclear se están haciendo avances para que el litio se convierta en un verdadero combustible. Dependerá del desarrollo de la ciencia el sitio donde se ubicará en el futuro el litio de la Puna argentina.
Open Data Institute: la nueva utopía del creador de la web que empieza a ser realidad
Hay un lugar en Londres desde el que se ve el futuro de la web. Lo fundó su padre, Tim Berners Lee, veintidós años después de inventarla: es The Open Data Institute y trabaja para que los datos, públicos y privados, sean abiertos, en formatos reutilizables y gratuitos y tanto empresas como ciudadanos los usen para lo que quieran. De proyectos sociales a comerciales o artísticos: los datos están ahí y son un bien a disposición de todo el mundo.
“El objetivo es catalizar la cultura de los datos abiertos. Ayudamos a las organizaciones que quieren publicar sus datos y a las que quieren reutilizarlos a hacerlo mejor”, explica su directora técnica, Jenni Tennison. “Así entramos en un ciclo positivo de datos. También comunicamos su valor, historias de éxito e impacto en la economía”.
“En 2009, decidí impulsar el uso de más datos en la web. Muchas web podían generar atractivos informes, pero no había forma de acceder a los datos para comprobarlos y tomar decisiones”, contaba el propio Berners Lee en una columna sobre los distintos significados de apertura en la web.
“Pregunté por los datos en una charla TED y logré que la audiencia coreara que quería datos en bruto. En abril me reuní con Gordon Brown y con él arrancó la innovadora iniciativa de gobierno 'open data'. Ese mismo año, el presidente Barack Obama anunció su compromiso con la 'US Open Government Initiative'. En 2010 regresé a TED y mostré algunos logros conseguidos, como el papel de Open Street Map en las labores humanitarias del terremoto en Haití”.
“En 2012 lanzamos en el Reino Unido The Open Data Institute (su cofundador es el profesor Nigel Shadbolt). ODI es una institución sin ánimo de lucro que acelera 'startups' y promueve negocios 'open data' en la Tech City del este de Londres”, continúa. “Nació para aprovechar las ventajas y orientar la corriente actual de adopción de datos abiertos por parte de las empresas. Se trata de un momento interesante, pero todavía quedan muchas cosas por hacer”.
The ODI consiguió diez millones de libras de financiación pública, del Technology Strategy Board de Reino Unido, 750.000 dólares de la red filantrópica del fundador de eBay, Omidyar Network, y genera ingresos propios, entre otras vías, por formación. Su visión está clara: los datos son un bien y tienen tanto valor económico como social. Su trabajo consiste en crear la oferta (que más empresas y gobiernos abran sus datos), la demanda (que más 'startups' y ciudadanos los aprovechen) y ser el laboratorio que lidere el desarrollo del 'open data' en el mundo. ¿Cómo?
The ODI lleva 19 'startups' incubadas desde 2012, cuando empezó la primera y todavía única "graduada": la especialista en 'big data' MastadonC. Con plataforma propia y personalizable para clientes, ofrece servicios de análisis de datos y entre sus logros está descubrir que la seguridad social inglesa se podía haber ahorrado 200 millones de libras en medicamentos si los médicos hubieran recetado los genéricos en vez de los de marca. Lo hicieron con un set de datos de 37 millones de filas publicado por la propia seguridad social. Entre las demás compañías de la primera promoción han generado 2 millones de libras entre contratos e inversiones, demostrando el valor económico que tienen los datos.
The ODI imparte cursos de pago y gratuitos - cada viernes organiza una clase y cuelga el material -, ayuda a gobiernos - principalmente de Reino Unido, pionero en el tema - y empresas para que abran sus datos y ha creado un certificado para medir la calidad de los datos abiertos de cualquier entidad y que el usuario sepa lo que va a encontrar en los sets. Pero sus ambiciones van más allá. En octubre de 2013 The ODI cumplió un año y anunció la creación de una red de 13 centros en todo el mundo: tres más en Reino Unido, otros tres en Estados Unidos y uno más en Canadá, Francia, Dubai, Italia, Rusia, Suecia y Argentina.
Cada uno de los centros se llama "nodo" y el nombre tampoco es casualidad. Cuando creó la web, Tim Berners Lee propuso utilizar el hipertexto "para vincular y acceder a información de diversos tipos como una red de nodos en los que el usuario puede navegar a voluntad". Sí, The Open Data Institute quiere ser hoy el equivalente al nacimiento de la World Wide Web hace 24 años: “Es como los primeros días de la web. Hay mucho aprendizaje, mucha comunicación que trabajar. Eso incluye que todo el mundo entienda la diferencia entre 'big data', 'open data' y datos personales. La gente se confunde todo el rato”, afirmaba el CEO del instituto, Kevin Starks.
Y cómo se imaginan el futuro de aquí a diez años? Tennison sonríe. "¿De aquí a diez años? En un mundo un poco de fantasía, la foto que vemos es que todo tipo de organización (gobiernos, sectores públicos, privados) publicará los datos de su web. Irás a la zona de localizar tienda de tu supermercado y habrá datos, podrás descargarlos y hacer con ellos lo que quieras. También veremos URIs estándares para empresas, piezas de legislación o identificadores de un país. Cuando alguien necesite hablar de, por ejemplo, una carretera, irá a una URI que tendrá toda su información. Piensa también en las ofertas de trabajo: todo el mundo las publicará de forma abierta y habrá agregadores que den una vista unificada, lo verás en el día a día. Y ya no sólo en aplicaciones que pongan los datos juntos, sino en otras que informen para la toma de decisiones", explica.
Así será la primera Aldea Hippie 2.0
En la aldea alemana Patrick Henry Village hay dos colegios, una bolera, una biblioteca, un pequeño cine, una clínica dental y una oficina de correos, pero hace tiempo que no quedan alumnos, jugadores, lectores ni espectadores en sus edificios. La población, ahora desierta, era una base militar estadounidense levantada por la Armada en 1947.
Desde su abandono definitivo, las autoridades teutonas han estado estudiando qué hacer con las calles y construcciones vacías para revitalizar la zona sin convertirla en una mera área residencial. Si el objetivo es transformar completamente el entorno, ¿por qué no convertir la antigua base militar en una comuna ‘hippie’ versión 2.0?
Una idea que surgió cuando el arquitecto italiano Carlo Ratti y sus colegas se preguntaron cómo adaptar el concepto tradicional de este tipo de agrupación social a la era de las comunicaciones y la tecnología.
Al equipo no le costó demasiado dar con numerosos ejemplos modernos de interconexión y colaboración entre personas. En la última década, gracias a internet y las redes sociales, “encontrar a alguien que comparta tu manera de pensar en cualquier parte del mundo se ha convertido en algo extremadamente fácil”, indica el arquitecto. Por otro lado, los nuevos servicios basados en la economía colaborativa “unen a la gente, convirtiendo las conexiones digitales entre usuarios en reuniones reales y nuevas formas de convivencia”, prosigue Ratti. Su diseño urbanístico engloba todos estos conceptos para “reflejar ese nuevo espíritu comunal, gobernado por la economía colaborativa y las relaciones virtuales”.
La idea es transformar la antigua base militar en un barrio suburbano plagado de centros tecnológicos, espacios para ‘makers’ y, por supuesto, viviendas que se comparten en régimen de ‘coliving’. “En los edificios residenciales hemos aumentado el espacio dedicado a las instalaciones comunes, que pueden reservarse ‘online’ individualmente o por grupos”, explica el italiano. Entre el 30 y el 40 % de la superficie interior de los bloques está ocupada por salas de ‘coworking’, cocinas colectivas y estancias destinadas a reuniones. Los apartamentos son pequeños, “especialmente aquellos reservados para turistas o personas que vayan a vivir en la comuna por un periodo corto de tiempo”, detalla Ratti.
Los espacios muertos entre edificios, destinados, según el plan urbanístico de los 50, a zonas de aparcamiento y vías secundarias, reciben también nuevos usos. En la Comuna Patrick Henry, cualquier superficie, por reducida que sea, es susceptible de convertirse en un espacio de colaboración para albergar “desde invernaderos donde plantar huertos urbanos hasta instalaciones deportivas, pasando por ‘fablabs’ y cualquier híbrido entre los anteriores”, enumera Ratti.
A pesar de todos los planteamientos rupturistas, apenas habría que levantar construcciones nuevas: “Nuestro objetivo es mantener el carácter original del sitio, inyectándole un nuevo uso”, dice el arquitecto. Describe el proceso de transformación de lo que denomina un “suburbio estadounidense trasplantado en el corazón de Europa” como un “experimento de ‘hacking’ urbano”.
Como no podía ser de otra manera, las ‘startups’ juegan un papel fundamental en el proyecto y tienen un lugar especialmente reservado en los edificios. El mismo en el que Steve Jobs, Bill Gates y otros magnates comenzaron sus andadas tecnológicas. “Nos encanta la idea de transformar los garajes para coches de los 50 en garajes contemporáneos para ‘startups’”, asegura el italiano.
Todo está pensado para que los hipotéticos habitantes de este peculiar barrio promuevan la creación de pequeños negocios y actividades económicas, pero la comuna no viviría aislada del resto del mundo. “Las personas podrían trabajar dentro y fuera de sus límites, por ejemplo, como empleados en los centros científicos situados en el área metropolitana de Heildelberg”, señala el arquitecto.
Pero la visión tecnológica y colaborativa de Ratti se extiende a todos los ámbitos de la vida. “La gente intercambiaría cualquier tipo de bienes en plataformas digitales”, explica. Utilizarían aplicaciones y servicios como los que ofrecen actualmente Airbnb, Uber, Evenbrite y otras empresas basadas en la economía colaborativa. “El sistema estaría basado en la confianza mutua”, sostiene el italiano.
Con la cultura digital como patrón dominante en la agrupación, cabría pensar que los pobladores de la comuna tendrían que ser ‘millenials’, pertenecer al universo ‘maker’, desarrollar aplicaciones o trabajar en una ‘startup’. Sin embargo, el arquitecto dice que su proyecto está abierto a cualquier tipo de persona, siempre que acepte los principios de la economía colaborativa. La población “podría ser una mezcla de nativos del lugar y habitantes internacionales”, describe el italiano. Lo ideal sería integrar al menos a una parte de la población local, como los profesionales que se trasladan desde otras localidades del Distrito de Rhine-Neckar para trabajar en las instalaciones y centros de investigación ubicados en Heidelberg y ciudades vecinas. “La comuna fomenta la inclusividad, ofreciendo opciones de vivienda asequibles”, indica Ratti.
Aunque muchos quisieran vivir ya en una Comuna Patrick Henry, ya sea en Alemania o en cualquier otra parte del globo, todavía hay que esperar para saber si el original proyecto se hará realidad en el futuro. La idea es solo una de las propuestas para transformar la abandonada base militar y los responsables de la IBA todavía deben decidir qué iniciativas pondrán en marcha. Según Ratti, esto sucederá en los próximos cinco o diez años