BlackBook y Galaxy 2: las Redes Sociales de la Deep Web
Las Redes Sociales de la “Deep Web” son similares a las “normales”, salvo por las normas y restricciones que rigen su funcionamiento. Mediante el navegador TOR accedimos a 2 de ellas: BlackBook y Galaxy 2, y esto es lo que encontramos
BlackBook
Con una pantalla de bienvenida similar a la Red de Zuckerberg, Blackbook permite agregar amigos, unirse a grupos y postear todo tipo de contenidos. La primera diferencia es que aquí no hay restricciones de ningún tipo, puede haber desnudos, mensaje racistas, fotos de accidentes, etc.
A diferencia de Facebook, los nombres de los usuarios no son reales y utilizan seudónimos por una cuestión de privacidad. De igual modo, la edad y la locación suelen ser falsos también. Los temas de los grupos suelen ser hackeos, “carding”, criptografía y drogas.
Los usuarios también suelen expresar cómo se sienten, nosotros probamos colocar que éramos un asesino serial y que buscábamos refugio. Al parecer la gente se lo tomó en serio y al rato recibimos un mensaje privado diciendo: “Amigo, nunca bromees con estas cosas en la Deep Web porque la gente toma todo literal”.
Galaxy 2
La continuadora de la Red original Galaxy es una de las más populares. Sus características son muy similares a BlackBook, aunque algunos utilizan sus fotos reales, la mayoría pone avatares que representan su personalidad, es decir, que si es hacker, es probable que ponga una foto de un código.
Galaxy 2 se parece más a Twitter que a Facebook, donde la gente postea cosas en pocos caracteres. La mayor diferencia con BlackBook es que la Galaxy 2 parece mejor mantenida y sus usuarios son más leales, quizás por la cantidad de tiempo que lleva activa.
Una de sus principales reglas es que está prohibido el comercio público para mantenerse alejada del ojo de las autoridades federales. De hacerlo, se puede comerciar sólo por mensajes privados.
Pros y Contras
Aunque la idea de utilizar una Red Social anónima pueda parecer divertido, conlleva una serie de riesgos. Al igual que muchos mercados y foros de Tor, requieren que tengas JavaScript habilitado en el navegador, lo que implica que estés vulnerable a exploits que habitualmente podrían ser bloqueados por una extensión NonScript.
Otro riesgo posible son las estafas, ya que en BlackBook se venden todo tipo de cosas y no hay ninguna seguridad de quién está del otro lado y menos si el producto llegará en tiempo y forma.
En definitiva, ingresar a las Redes Sociales de la Depp Web –hay muchas- es un viaje arriesgado que puede ser muy interesante si está dispuesto a asumir las consecuencias.
Vía: Deep.Dot.Web
Mitos -muy ciertos- de cómo se trabaja en Facebook, Google y Twitter
Son las empresas más prestigiosas del mundo en lo que a clima laboral se refiere. El sueño de muchos es trabajar en una de esas oficinas en las que hay billares, enormes y verdes campus para pasear e incluso salas para dormir la siesta. Son las grandes tecnológicas, y a lo largo de los años, sus empleados han protagonizado un buen puñado de anécdotas y han alimentado todo tipo de leyendas urbanas.
Es lo que sucede en los dominios de Google. Tal y como exlica el desarrollador Francesc Campoy, “la leyenda cuenta que los nuevos empleados de Google (llamados 'nooglers') al poco de trabajar en la empresa ganan 15 libras (casi 7 kg)”. Esta suerte de tradición o, mejor dicho, de maldición, tiene nombre propio: Noogler15 y, según Campoy, se debe al fácil acceso a una espectacular variedad de comida gratuita que los empleados tienen en Mountain View.
Este barcelonés lleva más de cuatro años trabajando en la sede de la compañía y cuenta que Google pone a disposición de los empleados todo tipo de alimentos sanos, acceso a gimnasios gratuitos, cursos de cocina e incluso 'conscious lunchs' (“comidas conscientes”, traducido al castellano) en las que la tecnología está prohibida para poder disfrutar de la comida y su cantidad. A pesar de todo ello, “es difícil decir que no a las máquinas de yogur helado”.
De hecho, los novatos de Mountain View no son los únicos que tienen que enfrentarse a la báscula por culpa de la tecnológica que (muy literalmente) les da de comer: Twitter20 es la leyenda que sufren en la red social de los 140 caracteres. Según Mónica Quiroz, empleada de Twitter desde hace cinco años, se ganan “20 libras [más de 9 kilos] en el primer año”.
Precisamente los empleados de la red social del pájaro azul guardan pocos secretos sobre el día a día de su empresa. Irremediablemente, cuentan todo lo que pueden en 140 caracteres. En su cuartel general de San Francisco, hasta los ascensores han protagonizado una cuenta de Twitter.
El abanico de posibilidades para conocer los entresijos de la firma es inmenso. Los más interesados pueden consultar desde la cuenta oficial de la sede de la compañía hasta Surprise Snacks, en la que alguien va contándole al mundo todos los aperitivos que se pueden encontrar por los pasillos de sus oficinas. Incluso uno de los guardias de seguridad de la compañía informa tuit a tuit del estado meteorológico que se vive a las puertas del 1355 de Market Street.
Probablemente, este buen ambiente que se respira en la sede de Twitter (al menos, a través de la propia red social) se deba a los mismísimos orígenes de la compañía. No en vano, el pájaro azul nació en una 'hackathon' de un fin de semana, tal y como cuenta uno de sus fundadores, Biz Stone. Desde luego, aquellos eran otros tiempos. De hecho, si ahora la comida abunda de forma gratuita, los empleados de la compañía en 2007 tenían que beber agua del grifo: los padres de Twitter decidieron no comprar agua embotellada. Eso sí, para los invitados había Ethos Water, el agua de Starbucks.
¿El paraíso de Facebook?
A Facebook, por su parte, parece que le están saliendo grietas. Irónicamente, algunos trabajadores de la compañía se han quejado ya por la falta de privacidad que existe en sus oficinas. Además, hace tan solo un par de meses se ha producido un conflicto a cuenta de unas pintadas racistas en los muros del pacífico campus que la compañía tiene en Menlo Park.
Estos hechos chocan con el buen rollo que tienen los primeros empleados de la red social. En concreto, ese privilegiado grupo de 250 trabajadores que se quedaron con la mayor parte del pastel accionarial cuando Facebook salió a bolsa en 2012. Juntos, crearon un grupo en la propia red social, el llamado TNR 250 (la abreviatura de The Nouveau Riche 250, “los 250 nuevos ricos” traducido al castellano).
En este selecto (y secreto) rincón de Facebook los afortunados propietarios de acciones de la red social debatían sobre los yates, obras de arte e incluso islas tropicales que se comprarían cuando fueran asquerosamente ricos. Más allá de la ostentación (privada, eso sí) de su futura y casi asegurada riqueza, los empleados también comentaban a qué causas filantrópicas destinarían parte de su dinero.
Con montones de billetes o sin ellos y con algún roce laboral, lo cierto es que, a día de hoy, los empleados de Facebook son los más satisfechos del sector tecnológico y los que aseguran llevar una menor carga de estrés en el desempeño de su trabajo, tal y como se desvela en una reciente encuesta.
Para tradiciones curiosas las que se viven en el seno de Google. Una de las más sorprendentes es la que permite a los trabajadores de Mountain View donar sus vacaciones a otros compañeros. Todo empezó cuando uno de ellos tuvo que gastar las suyas para dedicarse a cuidar a su padre. Una vez sin días de vacaciones disponibles, el empleado tenía que decidir si dejar de asistir a su pariente o renunciar a su sueldo en Google.
Por suerte, uno de sus compañeros de equipo hizo la propuesta perfecta: quería renunciar a algunos de sus días de vacaciones para donárselos. De ese caso particular, el sistema dio el salto a toda la compañía para convertirse en una de las posibilidades que tienen los empleados de Google.
A pesar de ello, en la gran G también se quejan de vez en cuando. Por ejemplo, algunos dicen que el espacio para trabajar es pequeño, que la compañía solo se preocupa por las mejoras medibles y que hay un gran problema con la calidad de los empleados: al contratar a lo mejor de lo mejor, algunos trabajadores muy cualificados terminan dedicándose a tareas menores como cambiar el color de un botón o moderar el contenido de YouTube.
Pero hay un aspecto curioso que destaca por encima de todos. Como si de un colegio se tratase, el campus de Mountain View celebra cada año una fecha festiva a la par que emotiva: el día de llevar a los padres al trabajo, para recibir en la sede de Google a los progenitores de los empleados. Todo comenzó en las oficinas de la compañía en India y, desde 2012, se celebra cada mes de septiembre en Silicon Valley.
En la edición del pasado año se vivió una situación lacrimógena como pocas. La protagonizó Kristen Gil, hoy vicepresidenta de operaciones de negocio y estrategia de la compañía. Gil contó en el auditorio en el que se reunían los googlers y sus padres su historia más personal. Sucedió cuando coincidieron dos hechos realmente importantes en su vida: su padre estaba realmente enfermo y Eric Schmidt, CEO de la compañía en aquel momento, la llamó para notificarle que la propondría para esa vicepresidencia.
La situación pasó a ser curiosa cuando el mismísimo Schmidt le pidió que le pasara el teléfono a su padre. Durante veinte minutos, el directivo de Google estuvo explicándole al padre de Gil lo valiosa que era su hija para la empresa. Tres semanas después de aquella feliz llamada, el hombre falleció, aunque, eso sí, llevándose consigo el orgullo por su hija. “Eric convirtió una situación muy difícil en un momento muy feliz”, recordaba Gil el pasado mes de septiembre.
Amazon Go y FC Barcelona: dos casos de IA aplicada
Estos días, Amazon ha presentado una tienda física donde vender todo lo que no puede enviar por correo: alimentos frescos y perecederos. Se llama Amazon Go y está ubicada en Seattle, próxima a la sede de la compañía. De momento sólo está disponible para empleados de la empresa, pero espera abrirse al público a principios de 2017.
La principal peculiaridad de la tienda de Amazon es que el cliente, que muestra un código con su móvil al entrar al establecimiento, puede salir sin pasar por caja. La comida o bebida que se coge dentro se cargan automáticamente en la tarjeta de crédito al cruzar la puerta de salida.
Amazon Go emplea inteligencia artificial, aprendizaje automático y visión computerizada para tratar de saberlo todo sobre sus clientes: a qué hora entran, cuánto tiempo pasan en la tienda, qué compran e incluso por qué no compran algo tras pasar varios minutos delante de una estantería.
Poco más se ha revelado del proyecto. Tanto los departamentos de comunicación de Amazon en Estados Unidos y España nos remiten únicamente a la página de Amazon Go. "No estamos compartiendo más detalles sobre el proyecto más allá de los que encontrarás en esta página", explican desde la empresa.
Para mucha gente, la inteligencia artificial (IA) puede sonar aún a ciencia ficción, pero lo cierto es que hace tiempo que forma parte de nuestras vidas, incluso donde menos lo esperábamos: las tiendas de alimentación. Y tiene sentido porque, pese al aumento del comercio electrónico, aún gastamos un 94% de nuestro dinero en una tienda hecha con ladrillos y cemento. Dentro de éstas, las de comida son las que más resisten la embestida del e-commerce.
Actualmente, la IA sirve a algunas tiendas de alimentación para pronosticar la demanda de ciertos productos. Por ejemplo, ya hay proveedores de pan que utilizan un software predictivo para calcular cuánto necesitan servir a cada supermercado. Amazon Go, sin embargo, lleva toda esta automatización a un nuevo nivel de complejidad.
"En el anuncio se manejan conceptos como computer vision, machine learning o inteligencia artificial, pero dejar caer este tipo de nombres es algo más enfocado al marketing que otra cosa", explica una fuente cercana a empleados de Amazon involucrados en el proyecto. "Los principales problemas aquí se resuelven con visión computacional, básicamente, poniendo cámaras que hagan un reconocimiento facial y visual, pero luego está toda la casuística: por ejemplo, qué pasa si llevas un gorro o abrigo y luego te lo quitas", y añade, "este problema les ha supuesto una labor de cuatro años". Es decir, llevan trabajando en el concepto de esta tienda física desde al menos 2012.
Los problemas resueltos mediante la visión computacional suponen, según esta fuente, el 97% de los casos: "Las cámaras son capaces de discriminar el quién y el qué, y con esto ya tienes cubiertos 97 de cada 100 problemas", dice. "El resto son problemas de inferencia o atribución cuando por ejemplo, dos personas se juntan en el mismo sitio y agarran un producto. ¿Cómo se solucionan? Pues ayudándose del registro o mediante algún mecanismo de validación en las bolsas o en las cajas para saber si finalmente han adquirido un producto que lleva un minuto cerca suyo".
Estas fuentes de Amazon calculan que el desarrollo del supermercado "está ahora mismo al 99,999%" y de los retos que tienen por delante, uno de los principales es "optimizar el sistema, que a día de hoy es aún muy costoso".
En resumen, la inteligencia artificial del supermercado sólo es necesaria en un 3% de los casos, para realizar alguna inferencia. Principalmente, la experiencia de Amazon Go consiste en una intensiva vigilancia de los clientes mediante sensores visuales.
DE MINORITY REPORT AL BARÇA
Ni siquiera hace falta agarrar un sándwich de atún, basta con extender el brazo hacia él para que los sensores sepan que te interesa. Si esta tecnología les resulta familiar, puede que sea porque han visto la película Minority Report (2002) de Steven Spielberg.
John Underkoffler, investigador del MIT, fue asesor científico de Spielberg en aquel filme, desarrolló la tecnología y luego, en 2006, fundó la empresa Oblong para hacer de la interacción gestual con máquinas una realidad comercial. Uno de sus discípulos, Germán León, trabajó con él antes de fundar en Barcelona la empresa Exipple. León confirma el noviazgo entre la IA y las empresas de retail.
"Nuestra hoja de ruta es clara, estamos ahora en el retail porque ya hay una infraestructura montada y muchas empresas con la necesidad de conocer a sus consumidores", explica León.
Por ejemplo, uno de sus primeros clientes en España fue la tienda del Fútbol Club Barcelona, donde han instalado una pantalla de vídeo de siete metros de largo. La pantalla, sin embargo, es capaz de saber a quién tiene delante. "Ve si es hombre o mujer, de cierta edad, de ciertos rangos", dice León, "ve la información de manera contextual y relevante".
Así, en función de si es una niña de 12 años o un señor de 47, la pantalla mostrará un vídeo de Messi marcando un gol o uno de Guardiola, Maradona o Cruyff. Todo ello para, al final, convencer a ambos de que pueden comprar ahí mismo la camiseta de sus sueños. "Antes de que toquen la pantalla, los sensores reconocen al cliente y les proporcionan un método de interacción para descubrir cosas sobre productos sin hablar con nadie", dice León, "eso también da a la empresa información anonimizada y detallada de sus usuarios".
La clave, tanto en el supermercado de Amazon como en la tienda del Barça, es que llenar una habitación de pequeñas cámaras se está haciendo más y más asequible. "Las cámaras se van a abaratar demasiado, es exagerado, conocemos un desarrollador que está fabricando cámaras a 30 céntimos y con un tamaño tan pequeño que podrán instalarse en cualquier parte", dice León, "esto va a cambiar por completo el panorama del internet de las cosas".
La llegada de Amazon Go a nuestras vidas, por lejos que vivamos de Seattle, va a provocar un efecto dominó. La cadena italiana Coop presentó casi al mismo tiempo su supermercado del futuro, que incorpora también estantes inteligentes o pantallas que reaccionan a los gestos.
Estas tecnologías "aún están evolucionando, pero ya están llegando al mercado del consumidor masivo", dice el CEO de Exipple, que hace una predicción "la interacción con los ordenadores se va a parecer más a Her que a Minority Report".